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viernes, 07 de junio de 2013cermi.es semanal Nº 82

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Cuarto de invitados

Luis Mateo Díez, escritor y académico

“Una importante porción de la sabiduría de la vida está en la lectura”

Por Esther Peñas

01/06/2013

Imágenes: Jorge Villa

Cada vez que puede insiste en que él se hizo escritor leyendo a Faulkner. Pero Luis Mateo Díez (Villablino, Leon, 1942) reúne en su estilo el estupor de Kafka, lo cotidiano y poético de Pavese y acaso ese primor por la palabra de los grandes (Dámaso, pero también Unamuno, y Delibes). Premio Nacional de Literatura, el de la Crítica en dos ocasiones y miembro de la Real Academia de la Lengua (en la que ocúpale sillón ‘I’) acaba de presentar ‘Fábulas del sentimiento’ (Alfaguara), un tomo que reúne doce novelas cortas que ha ido publicando en los últimos doce años y que nacieron con la vocación de integrarse en este corpus literario.

(Por cierto que al entrar en su casa nos anuncia, feliz, que acaba de recibir el Premio Francisco Umbral al mejor libro del año 2012 por ‘La cabeza en llamas’, así que abre una botella de un vinito leonés -humilde pero interesante- y nos sirve un trago) 

Con tantas menciones, reconocimientos y premios, habrá quien piense que ya uno más apenas sorprende…

Al contrario, sigo valorando la sorpresa. Todos los premios de mi vida conllevaban la sorpresa; lejanamente me presenté a algún premio y nunca me dieron ninguno, así que la verdad es que todos los que he ido recibiendo, una vez que he ido publicando títulos, reconozco que me ilusionan y me alegran. Nada mejor que te digan que te han dado un premio, si no te alegras es que eres un muermo. No anda uno detrás de los premios pero qué gusto cuando llegan. Y me alegro doblemente porque sé que también les hace ilusión a mis lectores y mis amigos. Todo premio es una alegría expansiva.

‘Fábulas del sentimiento’ fue un proyecto pergeñado hace doce años. En todo este tiempo, ¿ha sentido en alguna ocasión que fue, más que un reto literario, una insensatez?

No. Soy un escritor de proyectos, soy contador de historias y un creador de tramas, mi mundo está lleno de sucesos y de personajes, también por la propia fascinación que he tenido como lector de los grandes contadores de historias, porque una parte sustancial de la gente que he conocido en la vida proviene de la ficción, de los universos imaginarios; ellos me han dado formas de vida, pautas de comportamiento, y han contribuido a la intensidad de vivir. Como escritor de proyectos los afronto con convicción y con solidez. Además, para que el proyecto se fuera reanimando se fueron publicando las tetralogías.

En cualquier caso, un plan como este denota perseverancia y ambición…

Es que cuando emprendo un reto literario soy extremadamente ambicioso; en la vida no, hasta me dicen que tengo la autoestima baja, algo que, por otro lado, no me molesta demasiado. Pero, sí, en lo literario hay que ir a por todas… es lo mínimo que te puedes conceder, ¿no? La ambición de escribir obras maestras, perfectas, y la ambición te permite culminar un reto que te satisfaga a ti mismo y que pueda dar a los lectores suficientes elementos subyugantes para que lo lean y que se enriquezcan, lo mismo que tú te enriqueces inventando la vida, que los lectores enriquecieran su existencia leyéndolas es la mayor ambición que uno puede tener al escribir. Y no creo que se deba renunciar a ella. Aunque igual estás pensando que qué bien pagado de sí mismo es este tío…

En realidad estaba preguntándome cuánto de humano tiene una obra de arte, en general, y una novela en particular…

La ficción literaria se acerca a la creación de arquetipos, y cuando es interesante, además, conlleva una mirada compleja sobre la condición humana. No hay una gran novela que no tenga inmersión en el corazón humano, que no suponga una prospección en el lado oscuro, secreto, de lo que está por dentro de nosotros y que es difícil tocar de otra manera. Siempre produce en quien lee, y el arte en general es así, un enriquecimiento. Una importante porción de la sabiduría de la vida está en la lectura de ficciones literarias, y en el disfrute y el placer del arte. No leer novelas es la peor manera de no enriquecer tu existencia. El que no lee novelas sabe mucho menos de la vida que quien las lee.

¿Y da igual si el que lee lo hace en papel o en libro electrónico?

No tengo grandes pesares al respecto. Tengo setenta castañas y sé de sobra que me moriré con un libro de papel en las manos, pero lo electrónico es un conducto también, un vehículo; claro que el papel tiene un tacto y un gusto que, para los que estamos atados a esa vicisitud de la letra impresa, ¿por qué vamos a renunciar? Tampoco creo que suponga la muerte del papel, sino que existirá una convivencia de larguísimo alcance, porque son placeres distintos.

La ordenación de la novelas no corresponde a la aparición secuencial de las mismas, luego se presupone una gran tarea de edición. Volver a algo escrito años atrás, ¿causa extrañeza, estupor, reconocimiento..?

En efecto, no sigue el orden cronológico de las publicaciones; es que ‘Fábulas del sentimiento’ es un libro que compila, pero que no es una antología de lo otro sino algo que le da sentido. El primer reto, una vez concluidas las doce novelas, era ver cómo se sostienen, si lo hacían o no, y ser honesto y sincero con lo que encuentres. Si yo no hubiera estado seguro de cualquiera de estas doce historias, no hubiese salido el libro, precisamente por esa ambición literaria que te comentaba antes y que no me hubiera permitido bajar el listón. Así que están reordenadas por un cierto sentido de lectura, buscando una cadencia concreta que permitiera al lector entrar con mayor sutilidad y persuasión a este mundo.

¿Y qué es lo que le ha sorprendido del resultado final?

En las fábulas me he permitido un tipo de escritura con todas las técnicas narrativas que sé, que conozco, que utilizo: perspectivismo, género epistolar, testimoniales, primeras personas, segunda... Hay mucha variedad y, sin embargo, he descubierto que por encima de todas sobresale una narrativa interior, que sube y baja, que se hace presente y desaparece sin hacerlo del todo, que confiere al libro una gran unidad.

En muchas de sus novelas el azar es un elemento angular, pero presentado de tal modo que casi se convierte lo fortuito en determinante.

Sí, eso es verdad… está con bastante frecuencia en el destino de mis personajes la sorpresa, quizás por aquello de lo que hablaba Faulkner, del destino todavía por decidir a la vuelta de la esquina. Sí, lo fortuito, lo sorprendente, lo impremeditado tiene que ver mucho con esa visión mía del ser humano, hecha desde la fragilidad de nuestra condición, tan complicada y frágil. La fragilidad avala la casualidad, y la vicisitud del vivir, que a veces te lleva donde no debes y allí está lo que no esperas…Es como si el destino promocionara que ocurriese lo que no debe. Aunque salir de casa siempre es una aventura a lo desconocido, que por lo general se consuma en una rutina en la que nunca pasa nada, pero un día hay una sorpresa que no la has buscado sino que te la regala el destino y que cambia tu vida.

¿Y cuánto de buena literatura le concede el azar?

Bastante, bastante… cuando pongo en marcha una novela, tengo un cuaderno en el que anoto los mecanismos de la misma, la parte de previsión de la trama, la percepción de los personajes y la escritura; todo ello, a su vez, desde luego, es un proceso de descubrimiento. Cuando escribes se produce una extraña lucidez, una insólita concentración, y estás abierto a lo que venga, de ahí que hasta las historias muy tramadas se van metamorfoseando, y lo que parecía una previsión orientada termina en otro sitio. Escribir es algo azaroso.

¿Y placentero?

Placentero, sí, yo disto mucho de aquellos que aseguran que sufren mientras escriben. Se sufre mucho en la vida y, como labor profesional, mucho peor los mineros de mi pueblo que yo escribiendo.

De toda la paleta de tipos humanos que ha pintado, ¿por cuál siente especial querencia?

Hay dos seres humanos en mis novelas, dos mujeres, con los que tengo una relación sentimental muy fuerte, con destinos diferentes, ‘La viuda feliz’ y la mujer de ‘La escoba de la bruja’, dos seres humanos entre la desgracia y la felicidad, dos buenos retratos de mujer, de la que no es habitual, y no porque no los haya mejores, sino porque se refieren a mujeres mayores, que han llegado a una edad lejana con una supervivencia en el sufrimiento familiar. Pero a todos mis personajes quiero.

El amor es algo que en sus historias siempre anda flotando pero más bien como trasunto, nunca como  nudo gordiano. No me dirá que por pudor…

En mis novelas, es verdad, más que grandes amores que se consuman a lo largo del tiempo aparece el amor furtivo, ése que parece que va a ser límite e intenso pero que dura menos de lo que se quiere. ‘El eco de las bodas’ y ‘El limbo de los amantes’ son dos buenas fábulas sobre el destino matrimonial lastrado por el lugar en el que se consuma, y ambos guardan una cierta concepción de lo amoroso que me interesa mucho, ya que llegan al amor de la forma más casual y jocosa…

Chocándose, atropellándose –no es metáfora- vertiendo el café hirviendo sobre el muslo ajeno…

Jejeje… sí, esos avatares devienen en una historia de amor apasionada y consumada con mucha satisfacción, pero siempre están las circunstancias de lo pequeño, el límite de aquello no estuvo en el total sino en los momentos. Da una idea de lo amoroso… cuando todo se pierde hay un instante en la vida de los amantes que responde al límite de la plenitud, de la paz, y no es un instante erótico sino, digamos, cosmogónico, porque hace que lo más sencillo haga vibrar todo el universo.

¿Por qué le interesa tanto la adolescencia? Sus libros están plagados de jóvenes desnortados, en tránsito de sí mismos.

Sí, hay demasiados adolescentes en mis historias. La adolescencia, además, es propicia al desasosiego, porque se ha perdido la inocencia de la infancia sin que hayan llegado las convicciones mínimas que da la juventud, ni su ardor. Sí, están desnortados, nadie les quiere… son los ‘Príncipes del olvido’, y me fascinan literariamente. Quizás porque en la adolescencia se inician y consuman ciertos trastornos que he cultivado mucho en mi literatura.

¿Las enfermedades del alma?

Sí, las que conciernen al cuerpo y al espíritu, que afectan a los sentimientos y que recorren las ‘Fábulas del sentimiento’.

España, en estos momentos, ¿se asemeja más a una fábula, una farsa o una tragedia griega?

…Como fábula, estaría muy por debajo; como farsa, no alcanza su dimensión, y no tiene connotación de tragedia griega. España es un sainete siniestro, ciertamente.

Por cierto, sin ánimo insolente, estas novelas al estilo de las ejemplares de Cervantes tienen poco de ejemplar…

Pero me complace mucho el término, ejemplares... La ejemplaridad cervantina, él mismo lo dice, tiene más que ver con sacar algún provecho de la lectura, y toda ficción contiene elementos para que saquemos un ejemplo de vida, ejemplar o no; al menos, la posibilidad de hacer una inmersión en el interior de otros seres humanos donde pueda haber cosas que se nos revelen, que iluminen nuestra forma de ser y nuestra manera de vivir. No en el sentido de morales o ejemplarizantes, sino en este otro sentido creo que las ‘Fábulas del sentimiento’ son ejemplares. 

¿Cuál es el último libro que le ha emocionado?

Oye... te diré uno que no es actual, ‘Cavallería rusticana’, de Giovanni Verga, un libro de cuentos, de los cuentos más duros que he leído nunca, cuentos rurales durísimos. Y también, aunque sea citar a un amigo, ‘El río del Edén’, de José María Merino, que por primera vez escribe una novela no fantástica, sino tremendamente emotiva; en la fantasía a veces las historia se enfrían, pero esta tienen un tono candente durante toda la narración, y la construcción del personaje del niño, ese niño Down, emociona.

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